jueves, 7 de noviembre de 2013

SEGUNDO PERIODO (EL ÉXODO DE EGIPTO)


Edad del Bronce Tardío
ca. 1500–1200 a, C.
Como vimos en la sección anterior en tiempos de los hicsos, cuando José y los israelitas llegaron a Egipto, la capital Avaris estaba junto a la región de Gosén. Pasaron cuatro siglos en los que la capital estuvo por otros lugares, pero para cuando Moisés encabezó el éxodo, otra vez la capital está junto a la región de Gosén donde residían los israelitas. ¿Cómo ocurrió tal cosa?
Los «hicsos» gobernaron a Egipto ca. 1710–1550 a.C., primeramente desde la ciudad de Menfis, al sur del Delta del Nilo, y después desde Avaris, situada al este del Delta, cerca de Gosén. Sus dinastías fueron la XV y la XVI. Mientras tanto, en el Alto Egipto, a unos 700 kms. (420 millas) al sur de Avaris, en la ciudad de Tebas, comenzó, ca. 1650, la dinastía XVII, puramente egipcia.
Kamosis, el último faraón de esta dinastía y su hermano Amosis, el fundador de la dinastía XVIII, encabezaron la lucha de independencia contra los hicsos hasta que en 1550 a.C. destruyeron la capital, Avaris, y los expulsaron de Egipto.
«Faraón» («casa grande») era el palacio real. La dinastía XIX llamó así al rey, y hoy se usa para los reyes de Egipto, aún los anteriores.
Por fin el faraón Amosis estableció la capital de Egipto en su ciudad natal, Tebas.
Uno de los últimos faraones de la dinastía XVIII fue Amenofis IV/Akhenatén (1370–1353 a.C.), quien transformó la religión egipcia dándole visos de monoteísmo con el culto al dios Atén, el disco solar, lo que precipitó pugnas entre los sacerdotes del dios Amón y el faraón. Por ello Akhenatén estableció su capital en Akhetatón, a mitad de distancia entre Tebas y Menfis. Cuando murió Akhenatén los sacerdotes de Amón borraron los vestigios del culto a Atén, destruyeron la capital, y restauraron el culto politeísta tradicional de Egipto. Hubo entonces una rápida sucesión de faraones hasta que en 1310 a.C. se establece la poderosa dinastía XIX. Debido a la política de esa dinastía de expander su poder hacia el Cercano Oriente la capital de Egipto se mudó de nuevo a Avaris y después a Ramses, durante el reinado de del faraón Ramses II.
Liberación de Israel
Ex 1:1–15:21
La situación de los israelitas se tornó onerosa una vez que los hicsos fueron expulsados de Egipto. Discriminados y oprimidos, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas (Gn 46:34) los descendientes de Jacob fueron sometidos a la esclavitud junto con todos los otros «apiru». Eventualmente su liberación se logró a través del éxodo. La palabra «éxodo» significa «salida al camino» y nos viene del nombre del segundo libro de la traducción del Antiguo Testamento al griego. El libro se llama así porque describe la salida de Israel al camino rumbo a la Tierra Prometida.
«Hebreo» corresponde a Apiru/habiru, términos egipcio y semita, Los israelitas eran «apiru», pero no todos los «apiru» eran israelitas. Cf. IJ pp. 35 y 36.
La narración comienza con la liberación de Israel de la opresión a mano de los egipcios. Téngase en cuenta que en la Biblia los diversos faraones no se identifican por nombre hasta que surje la monarquía en Israel. Es posible que esto se deba a que cada faraón tenía por lo menos cinco nombres distintos y cada uno de ellos era bastante complicado. Solamente identificando las circunstancias contemporáneas podemos hoy identificar a qué faraón se refiere el texto. Con toda probabilidad el faraón de la opresión fue Seti I (1308–1290 a.C.) y el del éxodo fue su hijo, Ramses II (1290–1224 a.C.).
La dinastía XIX, por proteger la frontera de Egipto con Canaán, mudó la capital hacia el Delta y utilizó a los Isrelitas, como esclavos en la construcción de las ciudades fronterizas de Pitón y Ramses (1:1–11).
El faraón, preocupado por los grandes números de los israelitas ordenó que se matasen todos los niños varones (1:12–22). Moisés se salvó de este destino por la intervención de la hija del faraón, quien según la tradición bíblica le dio el nombre hebreo de Moisés, «sacado de las aguas». Pero en hebreo en realidad el nombre significa «el que saca de las aguas». Lo más probable es que la hija del faraón le diese el nombre en egipcio y en ese caso las consonantes «MSS» en el nombre «Moisés» son parte típica de los nombres de los faraones de las dinastías XVIII y XIX tales como Amosis, Tutmosis, Ramses y otros (2:1–10).
La lengua egipcia se escribe sin vocales. MSS significa «engendrado por» y A, Tut y Ra son nombres de dioses. En hebreo natán significa «don». Jonatán es «Don de Yavé» y Nataniel es «Don de Dios». Pero hay un nombre Natán que significa «Don de…» sin mencionar el nombre divino. Seguramente lo mismo pasó con Moisés, que abandonó la mención de un dios egipcio.
A pesar de ser criado en la corte egipcia, Moisés no olvidó su solidaridad con su gente y por fin tuvo que huir a la tierra de Madián (2:11–15). Allí vivió en casa del sacerdote madianita, Reuel, también conocido como Jetro (3:1) y Hobab el quenita (Ju 1:16). Este era descendiente de Abraham a través de Cetura (Ge 25:2) y fue muy influyente en la formación religiosa y política de Israel. Moisés se casó con su hija, Séfora. (2:11–22)
Un día, mientras pastoreaba el rebaño de su suegro Jetro, tuvo en Horeb/Sinaí un extraordinario encuentro donde Dios le reveló su nombre, Yavé, y recibió el llamado a rescatar a su pueblo (3:1–4:17).
«Sinaí» en la tradición yavista, «Horeb» en la elohista. Es el mismo monte, conocido con dos nombres distintos.
En el camino de regreso a Egipto Séfora afirma la importancia de la circuncisión (4:18–26) Moisés regresa a Egipto y con su hermano Aarón se enfrenta al faraón (5:1–6:30) En consecuencia a estos encuentros con el faraón Dios envía las plagas que asolaron a Egipto (7:1–12:36).
Cuando por fin partió Israel de Egipto el grupo no consistía solamente de los descendientes de Jacob, sino que también subió con ellos una gran multitud de toda clase de gentes (12:38). Es sumamente importante tener esto en cuenta puesto que en la formación de Israel estos distintos grupos tribales llegaron a ser tan parte de Israel como lo fueron los descendientes de Jacob. Igualmente a lo largo de la historia otros muchos grupos se unieron a esta comunidad.
Los israelitas escaparon desde Ramsés hasta «Yam Suf» (=«Lago de los Juncos»).
En hebreo Yam se usa tanto para un lago como para un mar. Cf. «Mar Muerto» y «Mar de Galilea». Ambos son lagos bien pequeños.
En la versión griega, llamada Septuaginta, hecha por los judíos de Alejandría en el Siglo II a.C., se identifica Yam Suf con «Erithrea Thalassa» (=«Mar Rojo») y lo mismo se hizo en la versión de Jerónimo, la Vulgata donde se le llama «Mare Rubrum». Es de ahí, y no del texto hebreo, de donde viene la referencia al «Mar Rojo» en muchas de nuestras Biblias. El problema es que el Mar Rojo queda a más de 440 kms. de donde partieron los israelitas y tal viaje no se podría haber hecho antes de que el faraón enviase sus carrozas a perseguir a los israelitas. Ni siquiera es posible considerar el Golfo de Suez que está a más de 120 kms. Yam Suf tiene que haber sido uno de los lagos que hoy forman parte del Canal de Suez, posiblemente el Lago Timsah. Allí, en Yam Suf, quedaron destruídas las carrozas egipcias que les perseguían (14:1–31).
Del Mar a Moab
Ex 15:22–24:18
; 31:18–34:9;
Nm 10:11–32:42
;
Dt 34:1–12
Los israelitas llegaron al Monte Sinaí tres meses después de haber salido de Egipto (19:1). Por el camino ocurrieron cosas extraordinarias. Había una constante queja y disgusto por parte del pueblo, pero a pesar de ello Dios proveyó para Israel durante toda su peregrinación. Endulzó las aguas amargas de Mara (15:22–27), les dio el maná y las codornices para alimentarlos por el camino (16:1–36), y les suministró agua de la roca (17:1–7). Cuando los amalecitas los atacaron Moisés comisionó a Josué como jefe del ejército y Dios le dio la victoria (17:8–16). Jetro, el suegro de Moisés, le trajo a su esposa Séfora y a sus dos hijos, Gersón y Eliezer (18:1–12), quienes habían estado con él en tanto que Moisés fue a Egipto. Además Jetro le aconsejó en la organización administrativa de Israel (18:13–27).
Para Israel el Monte Sinaí es central en su experiencia religiosa. El pacto entre Dios e Israel fue hecho en Sinaí, en el mismo lugar donde Moisés recibió el llamado de Dios (19:1–25; 24:1–18).
La tradición del Sinaí (Ex 19:1Nm 10:10) fusiona leyes de diversos períodos. Desde las más antiguas hasta las tradiciones «sacerdotales» que fueron compiladas durante el Exilio en Babilonia.
Pero fué allí mismo donde Israel violó este pacto al adorar el becerro de oro (32:1–33), y fue allí mismo donde Dios les renovó el pacto (34:1–9). Estuvieron acampados allí once meses (Nm 10:11–12). Cuando partieron Dios continuó sosteniéndolos, dándoles el maná y las codornices, a pesar de la mala actitud del pueblo (11:1–35), Al llegar junto a Canaán Moisés envió doce exploradores que penetraron por el sur desde el Neguev, camino de Hebrón hasta el norte de Canaán. Diez de los hombres reportaron que era imposible conquistar esa tierra. Solamente Josué y Caleb afirmaron que Dios les daría la victoria. La multitud se rebeló contra la idea de adentrarse en Canaán y en consecuencia Dios decretó que todos morirían en el desierto con la sola excepción de Josué y Caleb (13:1–14:38).
Los israelitas trataron de invadir a Canaán desde el sur pero sufrieron una gran derrota en Horma (14:39–45). Por fin acamparon en el oasis de Cades-barnea, al sur de Canaán, entre el desierto de Parán y el de Zin (20:1). Fue allí donde pasaron la mayor parte de los cuarenta años que estuvieron en el desierto, pero por fin decidieron continuar su peregrinaje. En la región de Transjordania había una importante ruta llamada el «Camino Real» que partía desde el Golfo de Aqaba, al este de la Península de Sinaí, y cruzaba los territorios de Edom, Moab, los amorreos, Galaad y Basán hasta adentrarse en Aram y llegar a Damasco. Moisés trató de seguir esta vía rumbo al norte pero el rey de Edom se lo prohibió y anduvieron por tanto junto a la frontera de Edom (20:14–20). Al llegar a Moab no pudieron tomar el Camino Real y rodearon la región (21:10–20). Una vez junto al territorio de los amorreos le pidieron permiso a Sehón para andar por esa ruta, pero el rey de los amorreos, Sehón optó por atacarlos. Vencieron los israelitas y esa región de Transjordania fue su primer territorio (21:21–26). Lo mismo ocurrió con la región de Basán (21:31–35). Esa región al este del Jordán fue donde se asentaron las tribus de Rubén y Gad y la media tribu de Manasés (32:1–42).
Fue desde esa sección al este del Jordán, desde el Monte Nebo, que Moisés vió la Tierra Prometida, pero nunca puso sus pies en ella (Dt. 34:1–6). Allí murió Moisés… y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. Tenía Moisés ciento veinte años de edad cuando murió (34:5–7). Nunca más se levantó un profeta en Israel como Moisés (34:10).

IJ Briend, Jacques. Israel y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo. Documentos en torno a la Biblia No 4. Estella (Navarra): Verbo Divino, 1982 [IJ]
González, J. A. (1999). Bosquejo de historia de la Israel: González, Jorge A. (64). Decatur, GA: Asociación para la Educación Teológica Hispana.

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