lunes, 11 de noviembre de 2013

TERCER PERIODO (ISRAEL EN CANAÁN)

Hacia el fin de la dinastía XIX y el principio de la XX Egipto estuvo enfrascado en luchas por el trono. Como consecuencia su soberanía y autoridad en Canaán quedó sumamente debilitada. Fue por ello que los israelitas lograron establecerse en la Sierra Central y en Transjordania de lo que era supuestamente territorio egipcio.
El Libro de Josué es uno de los libros que forman la «Historia Deuteronómica». (Josué, Jueces, Samuel (1° y 2°), y Reyes (1° y 2°). Esta obra fue motivada por la teología del Libro de Deuteronomio y aunque fue escrita durante el Exilio en Babilonia, lo cierto es que incluye antiquísimas tradiciones. Lo complejo de la obra se aprecia cuando se ve que por una parte se afirma que todo Canaán fue conquistado por Josué (10:40–43), y por otra parte se declara que la conquista no fue absoluta. En la región sur, por ejemplo, Jerusalén no fue conquistada hasta el tiempo de David, como tampoco lo fue Ascalón. Hacia el norte, en las cercanías al Valle de Jezreel, lo mismo ocurrió con Acre, Maguido, Tanac y Betsán, .y Gezer no pasó a ser parte de Israel hasta el reinado de Salomón (1 R 9:16). De hecho, los cananeos no fueron totalmente sometidos hasta 300 años después de la entrada de Israel en la tierra de Canaán (1 R 9:21).
La Conquista
Jos 1:1–12:24
El Libro de Josué presupone que todo el pueblo actúa en conjunto y al unísono, pero lo cierto es que cada tribu tenía sus propias empresas con total independencia de las otras. Cuando Moisés murió, Josué asumió el mando y lo primero que hizo fue que envió a dos espías a Jericó (2:1–24). Una vez que los espías reportaron, Israel partió de Sitim bajo el liderato de Josué. Al llegar al Río Jordán las aguas se abrieron entre Adam y el Mar Muerto, los israelitas cruzaron el rio y acamparon en Gilgal (3:1–4:24).
El Mar Muerto se conocía entonces como «Mar de Sal» o «Mar de la Arabá»
Según el texto Jericó fue destruída por Israel (5:1–6:27), pero las investigaciones arqueológicas muestran que Jericó fue destruída mucho antes (ca. 1550), por el tiempo en que los hicsos fueron expulsados de Egipto, y no volvió a ser ocupada hasta tiempo después de la Conquista. Uno de los israelitas, Acán, fue ejecutado en el valle de Acor por desobedecer las órdenes de no tomar botín ni prisioneros (7:24–26). Dice la narración que los israelitas atacaron a Hai y la convirtieron en un montón de ruinas (8:1–29) Pero lo cierto es que Hai fue destruída en el siglo XXII y no fue reconstruída hasta 1200–1000 a.C. Es posible que esta historia esté basada en la destrucción de otra ciudad muy cercana, Bet-el, la cual no se cuenta en la Biblia pero sabemos que fue destruída en el siglo XIII.
Los gabaonitas, viendo lo que ocurría a otros cananeos, engañaron a Josué pretendiendo que venían de otras tierras lejanas e hicieron un pacto con Israel. Cuando los Israelitas se enteraron del engaño les perdonaron la vida pero los hicieron siervos de Israel para siempre (9:3–22). Los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón fueron a la guerra contra Gabaón, pero Josué salió en su defensa y persiguió a los reyes por el camino a Bet-horón hasta llegar a Azeca y Maceda y los derrotó (10:1–42). En el norte, los reyes de Hazor, Madón, Simrón y Acsaf fueron los líderes de otra coalición contra Josué, la cual fue derrotada junto a las aguas de Merom (11:1–15). Todos estos reyes pagaron con sus vidas.
Se le acredita a Josué la conquista de toda aquella tierra, las montañas de la Sierra Central, el Neguev, toda la tierra de Gosén, los llanos, el Arabá, desde el monte Halac en el sur hasta Baal-gad en la falda del monte Hermón (11:16–17).
La Distribución
Jos 13:1–22:34
Pero lo cierto es que quedaba mucha tierra por conquistar, como Filistea con sus cinco ciudades: Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón (13:2–3). De muchas otras no se expulsó a los cananeos, como de Betseán, Taanac, Dor, Ibelam, Meguido, Gezer, Naatal, Aco, Sidón, Aczib, Rehob, Bet-anat, Ajalón, etc. (Jue 1:27–36).
Cuando se distribuyeron las tierras, Transjordán, desde el rio Arnón hacia el norte, fue dada a Rubén, a Gad y a la media tribu de Manasés (13:1–32). A Caleb, quien no era israelita sino cenezeo, se le dio Hebrón (14:6–15) y a Otniel, también cenezeo, se le dio Debir (15:13–19) En Gilgal se echaron suertes para decidir los territorios de Judá, Efraín y Manasés (15:1–17:18). En Silo se asignó el resto del territorio a Benjamín, Simeón, Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí y Dan (18:1–19:51). Se designaron seis ciudades de refugio (20:1–9) y otras 48 ciudades situadas dentro de otras tribus fueron asignadas a la tribu de Leví (21:1–42).
La renovación del pacto
Jos 23:1–24:33
Josué renovó la alianza con Yavé en la ciudad de Siquem, entre el monte Gerizim y el monte Ebal. No hay evidencia arqueológica ni referencia alguna en la Biblia de que esta ciudad fuese conquistada o destruída en el siglo XIII o XII, pero sí la hay de que fue destruída por las tribus de Simeón y Leví (Ge 34:1–31). Es evidente que grupos hebreos radicaban allí desde el período patriarcal. El faraón Merneptah (1224–1216), hijo y sucesor de Ramses II, declaró en una estela que celebra su campaña en Asia (ca. 1220), «Israel está aniquilado y su simiente no saldrá jamás».
Para la «Estela de Merneptah» véase IJ, p. 37
Fuera de la Biblia este es el primer texto que menciona un grupo llamado Israel y lo sitúa ya en la región de Canaán. En la renovación del pacto participaron descendientes de los que vinieron de Egipto, hebreos cuyos antepasados nunca fueron a Egipto, y cananeos (24:1–28).
Poco tiempo después Josué murió a la edad de 110 años y lo sepultaron en su propiedad en Timnatsera (24:29–30). En Siquem, parte del territorio asignado a los descendiente de José, enterraron los huesos de José que los hijos de Israel habían traído de Egipto (24:32).
Principio de la Edad de Hierro
1200 – 1000 a.C,
Durante la dinastía XX Egipto se vió asolado por los «Pueblos del Mar» quienes trataron de conquistar el Delta del Nilo. Entre ellos estaban los filisteos Al mismo tiempo que los israelitas entraban por el este, los filisteos entraban en Canaán por el oeste. Las pugnas entre ambos pueblos duraron por siglos,.
El Libro de Jueces contiene historias detalladas de unos pocos jueces: Débora, Gedeón, Jefté y Sansón. De los otros como Otoniel, Aod, Samgar, Tola, Jair, Ibzán, Elón y Abdón no hay más que breves narraciones o apenas una escueta mención. Al estudiar las historias de los jueces es evidente que cada uno de ellos tenía que ver solamente con una tribu o, a lo sumo, con un pequeño grupo de tribus.
Sin embargo, el autor del libro de Jueces los concibió como si cada uno de ellos fuese juez de todo Israel y como si hubiesen obrado en sucesión. Las historias de los diversos jueces fueron hilvanadas dentro de una estructura que tiene cuatro puntos: a) Israel se olvida de su pacto con Yavé y se va tras otros dioses; b) en consecuencia, Dios los abandona a sus enemigos; c) Israel se arrepiente y pide la ayuda de Dios; d) Dios les brinda un «juez» que los libera y durante la vida del juez Israel es fiel y vive en prosperidad, pero al morir el juez comienza otro ciclo. Como resultado de poner los jueces en sucesión y de brindar números de años para cada ciclo, el período de los jueces parece abarcar 410 años, pero lo cierto es que solamente ocupa 180 años (del 1200 al 1020 a.C.).
Los Jueces
Jue 2:11 – 16:31
La situación durante el período de los jueces se describe muy bien con el refrán, repetido muchas veces en el Libro de Jueces, que dice: «En aquellos días no había rey en Israel y cada cual hacía lo que bien le parecía» (17:6; 18:1; 19:1; 21:25).
Otoniel conquistó la ciudad cananea Debir (o Quiriat-Séfer) y libró a Israel del rey de Siria, Cusanrisataim (Jue 1:12–13; 3:7–11).
Aod de la tribu de Benjamín. Mató a Eglón, rey de Moab, y venció a los moabitas (Jue 3:12–30)
Samgar era hijo de Anat, lo cual indica posiblemente que era oriundo de Bet-Anat. Mató a 600 filisteos con una quijada de buey (Jue 3:31).
Débora era una mujer juez que llamó a Barac, de Cedes de Neftalí, para que dirigiera a los israelitas contra Sísara, capitán del ejército de Jabín, rey de Hazor. La victoria de Israel se celebra en el «Cántico de Débora y Barac» (Jue 4:1–5:31).
Gedeón derribó un altar de Baal, el dios cananeo y por ello se le llamó «Jerobaal». Con 300 hombres derrotó a los madianitas y capturó sus reyes (Jue 6:1–8:35).
Abimelec, hijo de Gedeón, mató a sus sesenta hermanos para ganar el poder y fue hecho rey en Siquem, al estilo de los reyes cananeos. La ciudad eventualmente se rebeló contra Abimelec y fue destruída. Abimelec murió al atacar a Tebes lo que puso fin al primer intento de monarquía en Israel (Jue 9:1–57).
Tola de Isacar que vivió en Samir, en los montes de Efraín (Jue 10:1–2).
Jair cuyos 30 hijos tenían 30 ciudades en Galaad (Jue 10:3–5).
Jefté hijo de una prostituta, fue echado de su casa por sus hermanastros, pero llegó a ser juez de Israel. Dirigió a los de la tribu de Galaad contra los amonitas. Sacrificó a su hija a Yavé en cumplimiento de una promesa (Jue 11:1–12:7).
Ibzán de Belén en Zabulón (no de Judá), quien tuvo30 hijos y 30 hijas (Jue 12:9–10).
Elón el zabulonita (Jue 12:11–12).
Abdón de Piratón (Jue 12:13–15).
Sansón hombre de una fuerza extraordinaria, mató a mil filisteos con una quijada de burro; fue engañado por Dalila lo que le costó la vista; y destruyó un templo filisteo al momento de su trágica muerte (Jue 13:1–16:31).
Al final del Libro de Jueces se cuenta cómo los danitas, a quienes se les asignó la región sur de la Llanura Costera donde estaban los filisteos, no pudieron derrotarlos y el remanente de la tribu marchó al extremo norte donde conquistaron a Lais, que llamaron Dan (Jue 17:1–18:31). Por último se narra la afrenta cometida por la tribu de Benjamín y cómo fue atacado por las demás tribus (Jue 19:1–21:24).
Samuel y Saúl
1 S 1:1 – 31:13
Los filisteos, como «Pueblos del Mar» venidos del Mar Egeo, trajeron consigo el secreto de cómo trabajar el hierro. La superioridad militar que esto les daba resultó en la derrota de la tribu de Dan y la necesidad de mudar el remanente de Dan rumbo al norte. En lo sucesivo los filisteos fueron una constante amenaza para todas las tribus de Israel pues comenzaron a moverse hacia la Sierra Central donde estaban la mayor parte de ellas. Esto resultó ser un problema que no podía resolver cada tribu con su propio juez. Hacía falta una fuerza unificadora. ¡Hacía falta un rey!
Samuel, el último juez, hijo de Elcana, se crió en el santuario de Silo bajo la supervisión del sacerdote Elí (1:1–3:21). El santuario de Silo fue destruído y el arca fue capturada por los filisteos (4:1–22; véase Jer 7:12–14). Durante siete meses ocurrieron desastres en Filistia por la presencia del arca. Por fin los filisteos la devolvieron a Israel y fue puesta en la casa de Abinadab, en Quiriat-jearim (5:1–7:1). Al cabo de veinte años Samuel funge como profeta (7:3), juez (7:6) y sacerdote (7:9) . Samuel vivió en Ramá y desde allí juzgó a Israel. Cada año hacía un recorrido de unos 50 kms (30 millas), por la Sierra Central, en la región de la tribu de Efraín, juzgando a Israel en Bet-el, Gilgal y Mizpa (7:15–16).
Saúl, de la tribu de Benjamín, fue ungido como rey por Samuel debido a la presión del pueblo que quería tener un rey (8:1–10:27) Saúl llamó a Israel a luchar contra los amonitas para acudir en ayuda de Jabes de Galaad, y tras la victoria fue reconocido por todo Israel como rey en Gilgal (11:1–15). Jonatán, el hijo de Saúl, y su escudero atacaron la guarnición filistea del desfiladero cerca de Micmas. Inspirados por ellos los israelitas derrotaron a los fifisteos desde Micmas hasta Ajalón (14:1–46). Pero Saúl tenía un grave problema, él estaba en uno de esos períodos de transición en los que es sumamente difícil funcionar. La transición de los jueces a la monarquía era cosa de mayor cuantía. Las tradiciones antimonárquicas que se incorporan en la Historia Deuteronómica llaman a Saúl «rey», pero las que están a favor de la monarquía nunca le confieren ese título pues juzgan que él nunca fue rey. No tenía palacio, ni harén, ni un numeroso ejército profesional, y no cobraba impuestos, todo lo cual era esencial para un rey de aquellos tiempos. Y cuando desobedeció la orden directa de Samuel, el profeta lo repudió y nunca más lo volvió a ver (15:1–35). Ya muerto Samuel, Saúl trató de consultarlo sobre sus conflictos con los filisteos mediante una adivina o espiritista, pero el repudio de Samuel fue violento (28:3–25). En la batalla del Monte Gilboa, en la que los ejércitos de las cinco ciudades de Filistia combatieron contra Israel, Saúl y sus hijos hayaron su muerte (31:1–13).

IJ Briend, Jacques. Israel y Judá en los textos del Próximo Oriente Antiguo. Documentos en torno a la Biblia No 4. Estella (Navarra): Verbo Divino, 1982 [IJ]
González, J. A. (1999). Bosquejo de historia de la Israel: González, Jorge A. (74). Decatur, GA: Asociación para la Educación Teológica Hispana.

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